"No
voy a lanzar ninguna teoría. Un congreso de la lengua es un ámbito
apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer.
La
pregunta es por qué son malas las malas palabras, ¿quién las
define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de
mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? Tienen
actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define
como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en
palabras malas, ¿no es cierto?
Muchas
de estas palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente
las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas
palabras... no es que haga una defensa quijotesca de las malas
palabras, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural.
Yo
me acuerdo de que en mi casa mi vieja no decía muchas malas
palabras, era correcta. Mi viejo era lo que se llama un mal hablado,
que es una interesante definición. Como era un tipo que venía del
deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo llamaba
boca sucia, una palabra un poco antigua pero que se puede seguir
usando.
Era
otra época, indudablemente. Había unos primos míos que a veces
iban a mi casa y me decían: “Vamos a jugar al tío Berto”.
Entonces iban a una habitación y se encerraban a putear. Lo que era
la falta de la televisión que había que caer en esos juegos
ingenuos.
Ahora,
yo digo, a veces nos preocupamos porque los jóvenes usan malas
palabras. A mí eso no me preocupa, que mi hijo las diga. Lo que me
preocuparía es que no tengan una capacidad de transmisión y de
expresión, de grafismo al hablar. Como esos chicos que dicen: “Había
un coso, que tenía un coso y acá le salía un coso más largo”. Y
uno dice: “¡Qué cosa!”.
Yo
creo que estas malas palabras les sirven para expresarse, ¿los vamos
a marginar, a cortar esa posibilidad? Afortunadamente, ellos no nos
dan bola y hablan como les parece. Pienso que las malas palabras
brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente dibujante, manejo mal
el color pero sé que cuantos más matices tenga, uno más se puede
defender para expresar o transmitir algo. Hay palabras de las
denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad,
por fuerza y por contextura física.
No
es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir que es un
pelotudo. Tonto puede incluir un problema de disminución neurológico,
realmente agresivo. El secreto de la palabra “pelotudo”–que no
sé si está en el Diccionario de Dudas- está en la letra “t”.
Analicemoslo. Anoten las maestras. Hay una palabra maravillosa, que
en otros países está exenta de culpa, que es la palabra
“carajo”.Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía
el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una
persona al carajo era estrictamente eso. Acá apareció como mala
palabra. Al punto de que se ha llegado al eufemismo de decir
“caracho“, que es de una debilidad y de una hipocresía…
Cuando
algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a
su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería
también una discusión en este congreso.
Hay
otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que
también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los
cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema
que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva.
Lo
que yo pido es que atendamos esta condición terapéutica de las
malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas palabras,
vivamos una Navidad sin malas palabras e integremoslas al lenguaje
porque las vamos a necesitar."
Fragmentos extraídos de la ponencia "Sobre las malas palabras"
III Congreso Internacional de la Lengua Española, Noviembre de 2004, Rosario, Santa Fe (Argentina)