domingo, 1 de junio de 2014

"Toda religión mi amigo, simplemente evolucionó a partir de un fraude: el miedo, la imaginación, la codicia y la poesía"

martes, 24 de septiembre de 2013

domingo, 1 de septiembre de 2013

“Estamos sepultados bajo el peso de la información que es confundido con el conocimiento; la cantidad se confunde con la abundancia; y la riqueza con la felicidad. Somos monos con armas y dinero”

viernes, 2 de agosto de 2013

El principio fundamental del círculo

"La técnica del Aikido se organiza alrededor de un movimiento circular puesto que todo conflicto se resuelve a través del espíritu del círculo. Por ello, para la creación de la técnica del Aikido resulta vital la reacción del cuerpo y la mente al principio del círculo.

Un círculo delimita un espacio determinado, y el ki nace de la libertad perfecta del vacío así creado. Los procesos creadores de la vida se unen, por acción del espíritu, al Universo infinito a partir del centro del círculo. El espíritu es el creador, el padre eterno del que nacen todas las cosas.

En virtud de este principio, el proceso creador del espíritu es limitado. Dentro de este círculo, el ki del Universo se implica en el proceso de evolución y protección. El movimiento del Karma se describe en el círculo del equilibro y el Budo del Aikido se inscribe en el de la protección. El círculo del espíritu es el manantial del ki. El principio del círculo une el espíritu a la materia a través del Aikido. Éste contiene y crea innumerables técnicas porque encierra todo el ki del Universo. Sin él no podría existir la gloria, la sabiduría, la integridad ni la posibilidad de unir espíritu y materia. Es más, las funciones de recuperación del organismo dejarían de existir. Esto es el círculo de constante renovación del kokyu.

El círculo del espíritu empieza y acaba en la unidad del Universo. El Budo del Aikido emerge del domino de este espíritu. La esencia de este Budo es abarcar la reacción de causa y efecto así como abordar cada cosa como si uno la tuviese cogida en su mano. Todos tenéis un espíritu y debéis ser conscientes del espíritu que cada ser humano posee. Todo se resuelve a través del principio del círculo. El secreto del círculo es crear una técnica que penetra en el corazón del espacio."


viernes, 26 de julio de 2013

un viejo que leía novelas de amor

"...Dos hombres se mantendrían en vela, para ser relevados a las cuatro horas por el otro par. El dormiría sin interrupciones hasta el amanecer.
Antes de dormir cocinaron arroz con lonjas de banano, y luego de cenar Antonio José Bolívar limpió su dentadura postiza antes de guardarla en el pañuelo. Sus acompañantes le vieron dudar un momento, y se sorprendieron al verlo acomodándose la placa nuevamente.
Como formaba parte del primer turno, el viejo se apropió de la lámpara de carburo.
Su compañero de vigilia lo miraba, perplejo, recorrer con la lupa los signos ordenados en el libro.
—¿Verdad que sabes leer, compadre?
—Algo.
—¿Y qué estás leyendo?
—Una novela. Pero quédate callado. Si hablas se mueve la llama, y a mí se me mueven las letras.
El otro se alejó para no estorbar, mas era tal la atención que el viejo dispensaba al libro, que no soportó quedar al margen.
—¿De qué trata?
—Del amor.
Ante la respuesta del viejo, el otro se acercó con renovado interés.
—No jodas. ¿Con hembras ricas, calentonas?
El viejo cerró de sopetón el libro haciendo vacilar la llama de la lámpara.
—No. Se trata del otro amor. Del que duele.
El hombre se sintió decepcionado. Encogió los hombros y se alejó. Con ostentación se echó un largo trago, encendió un cigarro y comenzó a afilar la hoja del machete.
Pasada la piedra, escupía sobre el metal, repasaba y media el filo con la yema de un dedo.
El viejo seguía en lo suyo, sin dejarse importunar por el ruido áspero de la piedra contra el acero, musitando palabras como si rezara.
—Anda, lee un poquito más alto.
—¿En serio? ¿Te interesa?
—Vaya que sí. Una vez fui al cine, en Loja, y vi una película mexicana, de amor. Para qué le cuento, compadre. La de lágrimas que solté.
—Entonces, tengo que leerte desde el comienzo, para que sepas quiénes son los buenos y quiénes los malos.
Antonio José Bolívar regresó a la primera página del libro. La había leído varias veces y se la sabía de memoria.
«Paul la besó ardorosamente en tanto el gondolero, cómplice de las aventuras de su amigo, simulaba mirar en otra dirección, y la góndola, provista de mullidos cojines, se deslizaba apaciblemente por los canales venecianos.»
—No tan rápido, compadre —dijo una voz.
El viejo levantó la vista. Lo rodeaban los tres hombres. El alcalde reposaba alejado, tendido sobre un hato de costales.
—Hay palabras que no conozco —señaló el que había hablado.
—¿Tú las entiendes todas? —preguntó otro.
El viejo se entregó entonces a una explicación, a su manera, de los términos desconocidos.
Lo de gondolero, góndola, y aquello de besar ardorosamente quedó semiaclarado tras un par de horas de intercambio de opiniones salpicadas de anécdotas picantes. Pero el misterio de una ciudad en la que las gentes precisaban de botes para moverse no lo entendían de ninguna manera.
—Vaya uno a saber si no tendrán mucha lluvia.
—O ríos que se salen de madre.
—Han de vivir más mojados que nosotros.
—Imagínese. Uno se echa sus tragos, se le ocurre salir a desaguar fuera de casa, ¿y qué ve? A los vecinos mirándolo con caras de pescado.
Los hombres reían, fumaban, bebían. El alcalde se revolvió molesto en su lecho.
—Para que sepan, Venecia es una ciudad construida en una laguna. Y está en Italia —bramó desde su rincón de insomne.
—¡Vaya! O sea que las casas flotan como balsas —acotó uno.
—Si es así, entonces, ¿para qué los botes? Pueden viajar con las casas, como barcos —opinó otro.
—¡Si serán cojudos! Son casas firmes. Hay hasta palacios, catedrales, castillos, puentes, calles para la gente. Todos los edificios tienen cimientos de piedra —declaró el gordo.
—¿Y cómo lo sabe? ¿Ha estado allá? —preguntó el viejo.
—No. Pero soy instruido. Por algo soy alcalde.
La explicación del gordo complicaba las cosas.
—Si lo he entendido bien, excelencia, esa gente tiene piedras que flotan, como las piedras pómez han de ser, pero, así y todo, si uno construye una casa con piedras pómez no flota, no señor. Seguro que le meten tablones por debajo.
El alcalde se agarró la cabeza con las manos.
—¡Si serán cojudos! ¡Ay, si serán cojudos! Piensen lo que quieran. A ustedes se les ha contagiado la mentalidad selvática. A ustedes no los saca ni Cristo de sus cojudeces. Ah, una cosa: la van a cortar con eso de llamarme excelencia. Desde que escucharon al dentista se agarraron de la palabrita.
—¿Y cómo quiere que lo llamemos? Al juez hay que decirle usía; al cura, eminencia, y a usted tenemos que llamarlo de alguna manera, excelencia.
El gordo quiso agregar algo, pero un gesto del viejo lo detuvo. Los hombres comprendieron, echaron mano a las armas, apagaron las lámparas y esperaron.
De afuera llegó el tenue ruido de un cuerpo moviéndose con sigilo. Las pisadas no producían sonidos, pero aquel cuerpo se pegaba a los arbustos bajos y a las plantas. Al hacerlo detenía el chorrear del agua, y cuando avanzaba, el agua detenida caía con renovada abundancia.
El cuerpo en movimiento trazaba un semicírculo en torno a la choza del puestero. El alcalde se acercó a gatas hasta el viejo.
—¿El bicho?
—Sí. Y nos ha olido..."

Extraído de "Un viejo que leía novelas de amor" 

Temporada de conejos

"...Se dice, de los textos aquí presentados bajo el título de «Caza de conejos», que se trata en realidad de una fina alegoría que describe paso a paso el penoso procedimiento para la obtención de la Piedra filosofal; que, ordenados de una manera diferente a la que aquí se expone, resultan una novela romántica, de argumento lineal y contenido intrascendente; que es un texto didáctico, sin otra finalidad que la de inculcar a los niños en forma subliminal el interés por los números romanos; que no es otra cosa que la recopilación desordenada de textos de diversos autores de todos los tiempos, acerca de los conejos; que es un trabajo político, de carácter subversivo, donde las instrucciones para los conspiradores son dadas veladamente, mediante una clave preestablecida; que el autor sólo busca autobiografiarse a través de símbolos; que los nombres de los personajes son anagramas de los integrantes de una secta misteriosa; que ordenando convenientemente los fragmentos, con la primera sílaba de cada párrafo se forma una frase de dudoso gusto, dirigida contra el clero; que leído en voz alta y grabado en una cinta magnetofónica, al pasar esta cinta al revés se obtiene la versión original de la Biblia; que traducida al sánscrito, el sonido musical de esta obra coincide notablemente con un cuarteto de Vivaldi; que pasando sus hojas por una máquina de picar carne se obtiene un fino polvillo, como el de las alas de las mariposas; que son instrucciones secretas para hacer pajaritas de papel con forma de conejo; que toda la obra no es más que una gran trampa verbal para atrapar conejos; que toda la obra no es más que una gran trampa verbal de los conejos, para atrapar definitivamente a los hombres. Etcétera."

Extraído de "Caza de conejos" - Mario Levrero

martes, 14 de mayo de 2013

el Arte y la Poesía tras las cacerolas...

Definición de artista: “Yo intento atrapar, atrapar la emoción que hay alrededor de todo lo que le da vida a la cocina, y eso transmitirlo a los platos. Contar historias. Con un poco de poesía, un poco de música, un poco de ritmo, un poco de nostalgia, un poco de tensión, un poco de lujuria, un poco de sentimientos propios de los momentos en que estamos de viaje ¡Ay, si tú pudieras conectar con eso! Es lo que busco ¿no? ¿Qué me importa si eso es un arte o una artesanía?...

Definición de arte: “El concepto tradicional de arte no sirve para nada; arte es hacerme la comida en casa por la noche con innovación y creatividad. Arte es tener una de las experiencias más increíbles de mi vida: no la comida. Realmente no hay necesidad de definir hoy que es arte...

Definición de poesía: “No tengo ni idea de papas, hay tres mil tipos de papas y yo sé sólo sobre tres o cuatro papas. Estamos como niños jugando a imaginar cómo va a ser el invierno. Jugando nos estamos divirtiendo, como niños, con la única ilusión de hacer cosas lindas”.



Extraído de "Por un arte expandido"

Revista Ñ - 10/07/2012